domingo, 17 de abril de 2011

HADAS HOGAREÑAS

Entre las hadas diminutas todavía podemos describir un tipo definido, que se diferencia de los anteriores por el apego que tiene a los hogares humanos. Estos seres suelen acomodarse – se les invite o no - en una casa, preferentemente de entorno rural, y una vez elegida suelen proteger a sus dueños y pertenencias; igualmente, su patronazgo puede desaparecer de un día para otro a la menor ofensa real o imaginaria que los dueños de la casa les infieran. Son de carácter generalmente benévolo, aunque se permiten algunas travesuras y extravagancias. Al asumir las funciones de guardianas del hogar se asemejan a los Lares* de los romanos, con los cuales posiblemente tengan bastante que ver.


En Inglaterra algunas de estas hadas se llaman Portones y en Francia las mismas entidades se demonizan Neptunes. Por las noches ascendían de sus moradas y cocinaban en las cenizas de la chimenea de la granja ocupada. Sus habitáculos se hallaban debajo del hogar de la casa a la que se vinculaban, es decir, eran subterráneos. Antaño, pues, cuando sucedían incidentes extraños en relación con el entorno de la cocina y la despensa, como que una sopa se evaporase totalmente o un pastel se secase y redujese su tamaño, o algún alimento desapareciese, todo ello se acostumbraba atribuir a Portunes y Neptunes; y si los habitantes de la casa querían ponerse a salvo de sus bromas, se debía hacer el signo de la cruz sobre los alimentos. Se les ofrecía comida y bebida tales como leche, miel, parte de un pastelillo, etc., todo ello en pequeña cantidad.





Así los campesinos lograban una buena relación con los Buenos Vecinos del subsuelo. En la Baja Bretaña, cuando las mujeres estaban de parto se dejaban pequeños banquetes en una habitación colindante o en pleno campo para agradecer a las hadas –en estos casos normalmente en número de tres—su ayuda en el parto y en la concesión de un buen destino para el neonato.

Los Portunes son diminutos y tienen solera, pues las referencias escritas más antiguas que tenemos sobre los Elementales tratan sobre ellos. Se debe a Gerbasio de Tibury (1150?-1235?). Parece ser que tales escritos han desaparecido totalmente.



Citemos su descripción:
Los Portunes fueron los primeros elfos ingleses que han sido mencionados en relatos escritos y son de las pocas especies de

Elfos que ya se han extinguido. Nada se ha dicho de ellos en varios siglos.


La tendencia general es la de decir que se han muerto todos y que no volverán a aparecer, pero es posible que se hayan, simplemente, marchado de lo que ellos consideran un mundo injusto y pecador.



Los Portunes eran sorprendentes sobre todo por su tamaño: medían alrededor de dos centímetros, incluso más pequeños que los Pulgarcitos de los cuentos infantiles. Llegaban por la noche en


Grandes multitudes e invadían las casas de campo abandonadas, se ponían cómodos en ellas al lado del fuego y asaban pequeñas ranas en las llamas para su cena. Estaban hechos para hacer daño,
y con frecuencia extraviaban a los viajeros, riéndose cuando los caballos se hundían en el fango profundo que se forma en la primavera. Pero a pesar de ello, los diminutos elfos eran bien recibidos donde quiera que iban porque eran buenos trabajadores y su presencia traía invariablemente buena suerte.







Eran unos elfos más pequeños, medían desde uno a cinco centímetros de altura. Eran varones predominantemente, sus caras eran peludas y arrugadas como la de un anciano, y sus trajes diminutos estaban

cubiertos con docenas de remiendos de vivos colores.
Los Portunes emigraron de Francia a Inglaterra y vivían en las casas de campo.





En Gales, los Ellylon son cercanos a los Portunes y Neptunes, sienten afecto por los humanos desgraciados y en ocasiones ofrecen la ayuda desinteresada de su trabajo, que es muy eficiente, para que el hogar protegido prospere, tal como lo cuenta la siguiente historia.


En el cuento de un desgraciado granjero llamado Rowli Pugh, que parecía ser el blanco del infortunio. Si había una plaga, caía sobre sus mieses; cuando todos los demás rebaños prosperaban, el suyo enfermaba. Su mujer era una inválida sin fuerzas para hacer nada en la casa o en la granja e irse, cuando de pronto se le acercó un Ellyl que le dijo que no se preocupase más, que dijera a su esposa que dejara una vela encendida y barriera el hogar, y los Ellyllon harían el resto. El Ellyl cumplió su palabra. Todas las noches Rowli y Catti se acostaban temprano tras dejar el terreno despejado, todas las noches oían risas, alborozo y bullicio en la parte de abajo, y todas las mañanas la granja y la casa estaban en un orden perfecto. La fortaleza y el aspecto de Rowli y Catti mejoraron, y las cosechas y el ganado prosperaron. Las cosas siguieron así durantes tres años, hasta que Catti empezó a ansiar echar un vistazo a los pequeñitos.

Una noche dejó a su marido profundamente dormido, bajó de puntillas la escalera y atisbó a través de una rendija de la puerta. Allí estaba una alegre multitud, riendo, retozando, trabajando a toda velocidad. Su alegría era tan contagiosa que Catti también se puso a reír a carcajadas. La vela se apagó de golpe, hubo un grito y un correteo, y todo quedo en silencio. Los Ellyllon nunca volvieron a trabajar en la granja de Pugh, pero éste ya había entrado en el camino de la prosperidad y su mala fortuna no regresó.







Algunas de estas hadas hogareñas tienen nombre propio: en Francía es tía Arie, dulce hada que pasa de casa en casa en ciertas épocas del año para comprobar si todo funciona como es debido en el hogar. He aquí la bonita descripción que da de ella Paul Sébillot (1843-1918) en su libro Le Ciel, la nuit et les esprits de l’air:


Los habitantes del Franco Condado la describen como un hada encantadora, de corazón cariñoso y mano bienhechora, que sólo
Descendía del empíreo para visitar las cabañas hospitalarias y aquellas en las que se podía hacer algún bien.

Dispensaba sus regalos a la juventud dócil y estudiosa; era enemiga de la pereza, pero, siendo naturalmente indulgente, se contentaba con mezclar la hilaza que todavía estaba suspendida en la rueca de una joven cuando llegaba el Carnaval.

En Italía se habla de la bella’Mbriana, es decir, la Bella de la Sombra.

Es un hada difícil de ver bajo su aspecto antropomórfico, pues prefiere adoptar el aspecto de mariposa, lagarto o araña, y suele desenvolverse en algún lugar umbrío y oscuro de la casa.
Es frecuente la creencia de que algunas de estas Buenas Señoras utilizan la chimenea para entrar y salir de los hogares. Una anciana hada de la Baja Bretaña solía descender la víspera de la fiesta de San Andrés, justo a medianoche. El motivo de estas intromisiones en el hogar, en el caso de estas hadas, casi siempre es benéfico:

Como ir a visitar a los niños por la noche para proporcionarles dulces sueños y que duerman sin miedo; consolar a los enfermos o persona caídas en la desgracia; cuidar a los niños pequeños de campesinos y predecirles su suerte.
Recordemos que la chimenea es símbolo del hogar, es el corazón ardiente de la casa, y el camino abierto que une a ésta –un pequeño cosmos—con el Cielo.
Por este “camino” se puede ascender o descender de un nivel cósmico a otro, es decir, del mundo material en el que nos desenvolvemos los humanos al mundo psíquico de hadas y elfos, hasta el mundo propiamente celestial del espíritu. En todas las casas arcaicas, por el humo de la chimenea no sólo ascendían los vapores materiales del fuego de la leña para calentarse o guisar, también subía el humo más sutil de las ofrendas y las oraciones de los inciensos o las salvias, que

los habitantes de ese pequeño cosmos enviaban de allí a las deidades. Teniendo en cuenta este simbolismo universal, nos extrañará menos que se atribuya a las hadas la costumbre de descender y ascender por las chimeneas para ponerse en contacto con los humanos, pues ellas, como pertenecientes a otro nivel cósmico, el del mundo sutil, bajan por esta “escalera” para venir a nuestro mundo para ofrecer su desinteresada ayuda.
Hemos visto que los Portunes viven justo debajo del hogar; siguen pues vinculados al Eje Cielo-Tierra que la chimenea enlaza. Lo que sucede en este caso concreto es que el hogar de estas hadas se halla ubicado en el tramo Eje que se prolonga en el mundo subterráneo, uniéndolo igualmente con los planos superiores.







Son los tres mundos:

Mundo subterráneo, mundo terrestre y mundo celeste, que encontraremos en el simbolismo tradicional bajo muy diferentes expresiones.

Por lo demás, en muchos casos, no sólo en el de los Portunes, se considera que los Elementales del Aire, a pesar de que se desenvuelven y animan todo lo que está en la faz de la tierra, viven en moradas subterráneas.
A estas hadas, a pesar de su bondad, no se las considera muy agraciadas. La mayoría de las veces se las describe como mujeres de rostros arrugados, y como sabemos pequeñísimas. Nada tienen que ver con la seductora belleza de la mayoría de estas damas. Quizás por esto no tenemos ilustraciones ni pinturas de ellas; aún así queremos alegrar este apartado dedicado a las hadas hogareñas con la obra de Newell Convers Wyeth, ilustrador americano. Su óleo representa un episodio del cuento de Andersen “Pulgarcita”.
Esta diminuta niña –que tendría más o menos la estatura de las Portunes—es una pseudo hada, que nace de un grano de cebada, del que, desarrollándose, acaba por salir una flor semejante a un tulipán, de la cual, finalmente, emergerá la niña. Y todo este prodigio debido a una bruja, que da a una mujer, que tiene el capricho de tener una niña en miniatura, la maravillosa semilla.

A pesar de este extraño origen, Pulgarcita, cuya vida comienza en el hogar de su madre adoptiva –y que si allí hubiese seguido habría sido una perfecta hada hogareña--, quiere el destino que, raptada por una rana, entre en un camino lleno de divertidas y peligrosas aventuras por el medio natural.
Y acabará encontrando su pareja ideal, un pequeño elfo blanco y transparente, “El ángel de la flor” en la cual ambos se encuentran, y que es un príncipe que la pide en matrimonio.
De inmediato, el pequeño ángel la dignifica cambiándole el nombre que considera muy vulgar de Pulgarcita por Maya, y como regalo de bodas se le ofrecen un par de alitas blancas y acaba siendo la Reina de las Flores, es

decir, convirtiéndose en un hada verdadera.

El tema del cuento no tiene mucho que ver con lo explicado sobre las hadas del hogar, pero considero interesante señalar en esta ocasión la posibilidad del hada que no lo es por origen sino por adopción, o por evolución, y de las que a lo largo del tiempo se ha sabido como “Viviana”, que se transforma en hada gracias a los conocimientos mágicos que le enseña Merlín; los jóvenes o niños raptados y llevados a países feéricos que se convierten en hadados; y este extraño caso en

concreto, el de un ser que nace de una semilla, pasa por el hogar y vuelve a integrarse con pleno derecho féerico en el mundo vegetal, convertida en un auténtico Espíritu Elemental, guardiana ya no del hogar, sino de las Flores.

La tendencia general es la de decir que se han muerto todos y que no volverán a aparecer, pero es posible que se hayan, simplemente, marchado de lo que ellos consideran un mundo injusto y pecador.
Los Portunes eran sorprendentes sobre todo por su tamaño: medían alrededor de dos centímetros, incluso más pequeños que los Pulgarcitos de los cuentos infantiles. Llegaban por la noche en
Grandes multitudes e invadían las casas de campo abandonadas, se ponían cómodos en ellas al lado del fuego y asaban pequeñas ranas en las llamas para su cena. Estaban hechos para hacer daño,

y con frecuencia extraviaban a los viajeros, riéndose cuando los caballos se hundían en el fango profundo que se forma en la primavera. Pero a pesar de ello, los diminutos elfos eran bien recibidos donde quiera que iban porque eran buenos trabajadores y su presencia traía invariablemente buena suerte.

Eran unos elfos más pequeños, medían desde uno a cinco centímetros de altura. Eran varones predominantemente, sus caras eran peludas y arrugadas como la de un anciano, y sus trajes diminutos estaban

cubiertos con docenas de remiendos de vivos colores.

Los Portunes emigraron de Francia a Inglaterra y vivían en las casas de campo.




LAS CASAS DE LAS HADAS

























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