martes, 3 de mayo de 2011



Una de mis hadas favoritas es, sin duda alguna, el hada floral. No sólo por su belleza, sino también por su dulzura, colorido, alegría y sencillez. Las hadas florales son, posiblemente, las hadas más bondadosas y alegres de cuantas hadas habitan a lo largo y ancho de este planeta. De hecho, su ternura e inocencia se ve reflejada en su juventud, pues la mayoria de estas hadas florales son niños y niñas.
Árboles y Ninfas

Ya entre los griegos y romanos se creía en la existencia de las Dríades; ninfas que habitaban el interior de los árboles, más específicamente las encinas.

Las Hamadríades, otro tipo de ninfa, encarnaban el espíritu del árbol, de manera que nacían y morían con él.

Las Melíades por su parte eran más semejantes a las Dríades pero habitaban en los fresnos.
Pero para cuando las creencias grecorromanas y las creencias celtas se fusionaron, las antiguas ninfas de los árboles comenzaron a ser vistas como hadas.
Los árboles en el pensamiento de las distintas tribus celtas habían sido desde siempre sagrados. Existía entre ellos una tríada particularmente importante constituida por el Roble, el Fresno y el Espino.

El Roble, con su pesada carga simbólica y mitológica sería el primer árbol que podría considerarse como refugio de hadas.
Y con todo, nos asegura Katerine Briggs en su Diccionario de las Hadas, el Roble no fue uno de los favorecidos por la raza feérica.

Las hadas y el Espino

El espino en cambio, se consideró desde tiempos remotos un árbol consagrado a las hadas y de hecho frecuentado por ellas.
Especialmente aquellos Espinos solitarios que crecían cerca de las colinas de hadas o los que formaban un círculo de tres o más, eran árboles fuertemente vinculados al mundo feérico.

Con todo, y por lo mismo, había que tener cuidado con el Espino. El Espino blanco y florido podía llevar muerte a la familia.
Por eso, para alejar esa posibilidad, se paseaban ramas de Espino en la celebración del Primero de Mayo y posteriormente se colgaban fuera de la casa.
El Fresno en la mitología de hadas

Si bien las referencias al Fresno como árbol de hadas no siguieron siendo tan contundentes como lo habían sido en el mundo grecorromano, sus características mágicas no perdieron vigencia.

Wood-Martin en su Traces of the Elder Faiths of Ireland, cita dos ejemplos que dejan a la vista la importancia del Fresno.

Había, dice, en la Parroquia de Clenor, en el condados de Cork, un Fresno cuyas ramas no se cortaban nunca, aún cuando la leña escaseara.

En Borrisokane, otro Fresno llamado el Viejo árbol campana, consagrado a los ritos del Primero de Mayo, tampoco podía ser tocado.

La persona que se atreviera a quemar aunque fuera una astilla del árbol en su chimenea, quedaba condenada a perder su casa en un incendio.

El Saúco, escondite de hadas

Fuera de la principal tríada de árboles ya mencionada, el Saúco gozaba de la reputación de ser el refugio de las hada buenas cuando huían de las brujas y los malos espíritus.

Sin embargo la fama del Saúco no era la misma en todas las regiones.

En Oxfordshire y en las Midlands se creía que los Saúcos eran brujas transformadas y que cuando eran cortados manaban sangre.

El Sauce, un árbol peligroso

La reputación del Sauce, lejos de estar vinculada a las hadas, era del todo macabra.
El Sauce, se decía, sacaba sus raíces de la tierra durante las noches oscuras y seguía a los viajeros solitarios atormentándolos con su murmullo.


Árboles frutales y hadas

En cuanto árboles frutales, dos destacaban por sus rasgos feéricos: el Avellano y el Manzano.

El Avellano, un árbol especialmente importante en la mitología celta, tenía en sus frutos la fuente de la sabiduría y de la fertilidad.
Las avellanas comidas por las truchas o los salmones transferían a la carne de estos peces aquellas virtudes. De manera que un hombre que se hubiera comido un salmón alimentado con avellanas adquiría una sabiduría instantánea.
Manzanas, un fruto de hadas

Un Manzano con injertos estaba bajo el influjo de las hadas. Dormir debajo de él implicaba el riesgo de ser raptado por ellas, como le sucedió a Sir Lancelot.

Las manzanas, también cargadas de profundos simbolismos mitológicos, otorgaban el regalo feérico de la juventud.
Otros árboles de hadas

El Abeto escocés, el Abedul, el Endrino y la Retama (aunque más arbusto que árbol), también han sido concebidos como árboles de hadas.

Y con todo, ante la tremenda depredación de árboles que se ha dado en el planeta cabría recuperar la vieja creencia acerca de que todos los árboles son sagrados y que en cada uno de ellos habita al menos una Hamadríade.